Lluvia y barro

La lluvia nos sirve un menú con légamo de guarnición. Esta ofrenda, lejos de mermar nuestras fuerzas, nos alienta para dar más. Einstein dijo una vez que la vida es como andar en bicicleta, para conservar el equilibrio debes mantenerte en movimiento.

El barro escribe la ruta de hoy. Es una estrella de cine capaz de transformar la película más anodina, monopolizando todas las miradas. Te atrapa igual que la tela de araña apresa a sus víctimas, es un adhesivo que encadena nuestros pensamientos al suelo. Su apego por la bicicleta es enfermizo, posesivo, y trata de retenerla desplegando toda suerte de técnicas: te abofetea la cara en cada intento de huida, ciega tu vista en cada viraje y obstaculiza tu camino conspirando con numerosos aliados. Al final, el convidado de arena gana la batalla. Siempre en rueda, sofoca cualquier conato de escapada y adereza cada centímetro que pasa bajo nuestros pies; llegamos y hace tiempo que nos espera. Justo vencedor, ilustre compañero de ruta.

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