«La vida es un río, eso es lo que el abuelo solía decir, un comienzo, un final, un millón de diferentes caminos. Él siempre solía metaforizar mi vida, cómo viviría y terminaría, siguiendo el camino con menos resistencia, atravesando lo imposible. Claro como el aire y negro como la noche, y sin importar qué dirección, o cómo se mueva, o cómo se vea. De acuerdo a mi abuelo, el punto es que el río siempre se mueve hacia adelante. ¿Qué fue lo que lo mantuvo andando hasta que fue viejo y gris? El misterio, yace a la vuelta de la esquina.
Hoy en día ese misterio es difícil de encontrar. El río está lejos y los cielos están cubiertos. Para muchos de nosotros es la gran aventura de vivir, con toda su belleza. Toda su conexión navega sin ser notada. Lo gracioso es que el río nunca está tan lejos. Ésta es la historia de un camino de vuelta, del esfuerzo de moverse hacia adelante, nacida de la corteza terrestre, nacida de las semillas de la innovación, forjada en los fuegos de la industria. La máquina más eficiente de la Tierra crea su más eficiente animal: la bicicleta, nuestro más noble invento.
Los caminos, como las estaciones, van y vienen. Construida bajo el fundamento de la diversidad, la belleza y la elegancia clásica. Nunca repitiéndose del todo. Una maravilla hecha de principio a fin, con un millón de formas diferentes entre sí.
Mi abuelo siempre tuvo que ver con esas conexiones. Tuvo sus manos en la tierra tanto como las tuvo en las máquinas. Por eso era que entendía ambas partes. Talamos y cortamos. Cosechamos y sembramos. Y sí, hacemos mucho daño, pero también somos capaces de hacerlo mejor. Al fin y al cabo no importa que tan inteligentes nos creamos, sólo somos otra parte de ese misterio. Balancea bien la bicicleta, nunca dejes de pedalear. Olvídate de todo, excepto de la hora, y no habrá lugar en el cual no puedas andar.
Una vez leí que la vida es un acto de suicidio. Y es verdad. Somos probablemente las únicas criaturas en el planeta que sabemos esto. Por eso somos tan buenos matando. Va a morir de todas formas, más vale que lo aprovechemos. Así que lo aprovechamos, y lo aprovechamos, hasta el final. Pero en el proceso matamos otras entidades menos tangibles. Cosas como el flujo, regocijo, interacción, propósito. Otra dirección que para el mundo se pierde, sin motivo aparente, salvo por instinto, supervivencia, el propio caos de la vida misma.
Perdemos horas pensando, diseñando, cuestionando. Pero también podemos tomar un par de segundos perdidos en un momento. No hay tiempo para pensar, sólo reaccionar, focalizar. Toda la preocupación y el deseo esfumados por el tiempo. Cuando llega el trance, cuando el trabajador deja la pala y coge la bicicleta. Cuando la creación se antepone a la destrucción. Bueno… eso es vida.
Aún recuerdo mi primera bicicleta, una pequeña maravilla con asiento de banana y manillar estilo choper, pintada de azul brillante… brillantes recuerdos conmemoran ese milagro de ingenuidad. Andando por la vereda, sintiéndome grande, incluso teniendo sólo siete años. En un segundo, el mundo creció exponencialmente. Encontramos callejones secretos, saltos a sólo cuatro pasos. Nos caímos, nos hicimos grandes heridas en los brazos, carreras hasta la tienda de la esquina y lo más rápido que podíamos. Huir con nuestros bolsillos llenos de caramelos, como oro robado. Con cada nuevo caminar, con cada nueva aventura, el cromo se iba desvaneciendo. Otros niños aparecieron con bicis nuevas. Mi mejor amigo Jimmy, se compró una BMX con cubiertas acanaladas, sin guardabarros. Podías saltar cualquier cosa, como nadie más podía hacerlo. Entonces encontramos una huella y el mundo cambió de nuevo. Nos encontramos internados en el bosque, fuera de las rutas conocidas, bajando por barrancos atrapados por la lluvia. Nuevos chicos aparecían con nuevas ruedas y equipos pero yo me mantuve fiel a mi bicicleta. Así como el cromo en la pintura, mis aficiones empezaron a desvanecerse. Mis padres me prometieron una BMX cuando creciera un poco más. Un día, estando en el interior del bosque, mi perfecto asiento banana se partió en dos. El fin de una era. Esta cosa se había hecho parte de mí. No importa lo bien que construyamos las cosas, no importa cuánto las amemos. Como todo lo demás, sin importar la razón, hay fuerzas que se empeñan en llevárselo todo.
Sólo doscientos años de pruebas y errores hasta llegar aquí. Doscientos años de innovación e invención, de no rendirse. Complejas en diseño, simples en naturaleza. Las bicicletas no son más que círculos andando en círculos. Es el motor humano lo que la hace elegante, pero no importa lo lejos que hayan llegado las bicicletas, no importa lo que pueden hacer hoy en día. El empuje nunca se detiene. Aún no hemos encontrado el límite.
Un día el río encontrará el mar y, entonces, dejará de ser río. Pasará a través de la rueda del cambio, dejando huella y experiencia, historias, aventuras, abuelos… Inevitablemente el andar se detiene, se pierde, pero sin desaparecer del todo. Por ahora, y hasta donde alcanzamos a ver, el ciclo de la vida… bueno… nunca se detiene.» http://www.lifecyclesfilm.com/
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